[...] Al final del trayecto se abría la margen de los “nueve ríos”. Aquella frontera de agua era insalvable salvo si se montaba sobre el lomo del "Xoloitzcuintle"(Xolotl-perro gigante).
La familia mientras tanto habría estado realizando ritos favorecedores. Sólo hasta transcurridos cuatro años era posible suspenderlos pues se consideraba que el muerto al fin había llegado al Mictlan.
Su alma habría sido recibida por Mictlantecuhtli, el señor de los muertos, quien le asignaría un rincón en el cual descansar. Durante ese descanso, sin embargo, el muerto iría desapareciendo, disolviéndose de vuelta al cosmos. No quedaría nada de él, aquella era la muerte definitiva, la muerte de los muertos.